Vida y muerte
Quien da la vida inscribe la muerte como destino. Freud, en Más allá del principio del placer, ligó de modo indisoluble vida y muerte. En este ensayo expresa la conveniencia de relacionar la disyunción inicial que había establecido entre instintos de vida e instintos de muerte para “[…] poder relacionar entre sí estas dos polarizaciones, reduciéndolas a una sola.” [1] En ese mismo texto, afirma lo siguiente: “[…] todo lo viviente muere por fundamentos internos” […], podremos decir: La meta de toda vida es la muerte. Y con igual fundamento: “Lo inanimado era antes que lo animado.” [2]
Lacan completará la perspectiva freudiana cuando señala, en el Seminario 11, que el advenimiento del sujeto al mundo responde a la superposición de dos faltas. Una simbólica, por su dependencia del significante, “[…] y el significante está primero en el campo del Otro” [3], y otra anterior que califica de real: “La falta real es lo que pierde el ser viviente, de su porción de viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Esta falta es real porque remite a algo real -que el ser viviente, por estar sujeto al sexo, queda sometido a la muerte individual.” [4]
Lacan retoma de Heidegger su concepción de ser-para-la-muerte que le llevará, al comienzo de su enseñanza, a situar la meta de asunción de la muerte “como todo ser plenamente realizado” [5] como el objetivo a lograr en un análisis. A Heidegger su cosmología imaginaria de ser-en-el-mundo le lleva a postular la trashumancia por la vida hasta el límite de la muerte. Pero en Heidegger la sexualidad aparece excluida: “fuera de campo”[6], dirá Lacan, como en el cristianismo. Y, podríamos añadir también, como en las técnicas de reproducción asistida.
Las técnicas de reproducción asistida, especialmente la crioconservación de gametos y embriones, ponen en primer plano y realizan literalmente la expresión freudiana de que lo inanimado era antes que lo animado. El tiempo ahora también puede ser congelado, lo que permite modificar la cronología que organizaba la concepción y su distribución en las generaciones. Al dar lugar a posibilidades inimaginables hace pocas décadas, hacen vieja la expresión: “uno nace de dos”.
El declive de la filiación simbólica y la promoción del niño como objeto
Si hasta no hace mucho se podía sostener la ficción que permitía identificar los lazos familiares con lazos de sangre, esta ficción ha estallado por completo reafirmando la tesis inicial de Lacan de que en la familia humana cuando “[…] el padre, la madre y los niños son los mismos que los de la familia biológica. Esta identidad es tan solo una igualdad numérica”. [7]
Desde la perspectiva del sujeto, la filiación siempre tuvo un carácter ficcional. Esto es algo aclarado por Freud en su texto La novela familiar del neurótico donde desarrolla la lógica por la que el niño se imagina una filiación diferente a la que le otorgan sus padres. Freud nos dice que “[…] la imaginación del niño se dedica, pues, a la tarea de liberarse de los padres menospreciados y a reemplazarlos por otros, generalmente de categoría social más elevada.”[8] Sin embargo, matiza que en “[…] todas estas obras de ficción, […] se advertirá que todos estos nuevos padres aristocráticos están provistos de atributos derivados exclusivamente de recuerdos reales de los verdaderos y humildes padres, de modo que en realidad el niño no elimina al padre, sino que lo exalta.”[9] Podemos entender que estas citas de Freud, de 1909, aluden a la falta del padre como origen de la deuda simbólica. Lacan se referirá a la deuda simbólica en el Seminario II. Ahí nos dice que “[…] el inconsciente es el discurso del otro. […] Es el discurso de mi padre, por ejemplo, en tanto mi padre ha cometido faltas que estoy absolutamente condenado a reproducir: lo que llaman super-ego.”[10]
Sin embargo, parece claro que, con el declive de la función paterna, se ha modificado la clínica de la filiación y de la deuda simbólica. Es algo que ya advirtió Lacan en el Seminario 8, donde afirma lo siguiente: “Ya no está a nuestro alcance limitarnos a ser culpables por la deuda simbólica. Es tener la deuda a nuestro cargo lo que nos puede ser, en el sentido más próximo que esta palabra indica, reprochado. En suma, es la deuda misma en la que teníamos nuestro lugar lo que nos puede ser arrebatado […].” [11]
La época del declive del padre de la tradición, y de la sustitución del ideal por el objeto, tiene consecuencias en la transmisión de la filiación. Tal como ha señalado Jacques-Alain Miller, “[…] la promoción del plus de goce que señala Lacan cobra sentido a partir del eclipse del ideal, desde donde se suele explicar la crisis contemporánea de la identificación. Escribámoslo de este modo: a > I (en lo sucesivo, a predomina sobre el ideal).” [12]
Marie-Hélène Brousse ha señalado, en este contexto de la modernidad definida por Lacan como el “ascenso al cenit del objeto a”, cómo actualmente el niño constituye una forma eminente del objeto a y como este valor de objeto lo ha desplazado del lugar anteriormente “[…] situado en el interés del linaje y de la transmisión del nombre”. [13]
Actualmente podemos observar que, cuando la transmisión del linaje-deuda ya no está en primer plano, la dimensión del niño como objeto plus de goce aparece menos velada. Esto pone en primer plano una verdad de estructura: el hecho de que el auténtico acceso al origen es el acceso al lugar del sujeto como objeto en su erección como ser viviente. Ese es el lugar en el que el deseo del Otro se revela en su proximidad al goce del Otro. Lacan nos dice que esto implica acceder, más allá de la reducción de los ideales de la persona, a “[…]lo que ha sido como objeto a para el Otro en su erección de ser vivo, como el wanted o el unwanted de su venida al mundo […].” [14]
La pretensión de autogenerarse sin deberle nada al Otro
Otro aspecto novedoso que podemos observar en la dinámica de la filiación resulta del entrecruzamiento de dos factores. Por un lado, tenemos la pretensión autodeterminista del sujeto propia del discurso capitalista. A este factor se suma la renuncia a la influencia de los padres para no condicionar la evolución de sus hijos. Esta renuncia actualmente llega, en algunos casos, a la no asignación de partida de la identidad llamada de género, ni a la suposición de ninguna orientación sexual.
Un ejemplo paradigmático de esto lo encontramos en los casos de niños y adolescentes trans, cuya casuística va claramente en aumento. En estos casos, se observa de modo muy claro la pretensión de conformar una identidad autoconstruida, que comienza por darse un nombre propio que no le deba nada al Otro. Tal como ha destacado Daniel Roy: “Tendríamos que aprender del hecho de que estos niños dejan oír como su primera demanda un cambio de nombre por otro, escogido por ellos mismos. […] una declaración de parte de quien se hace responsable de la llegada de un nuevo ser hablante a nuestro mundo.” [15]
El fenómeno trans actual no se deja explicar exclusivamente desde la clínica de la forclusión, y podríamos ponerlo en serie con la pretensión del sujeto del discurso capitalista de elegir el sexo de forma “fluida”. Se vislumbra, en algunos casos de la clínica transgénero, la no mediación edípica, pero sí la operatividad de la castración. Lo que demuestra que el auténtico agente de la castración es el lenguaje.
De algún modo el sujeto contemporáneo sabe que la verdad es inherente al discurso y que no hay verdad última. Del mismo modo que hay tantos padres como S1 porque cualquier significante capaz de abrochar sentido y goce cumple esa función. Jacques-Alain Miller ha aclarado cómo, apenas había aislado el significante central, el significante amo, “[…] Lacan esbozó, junto a este matema del discurso del amo, el matema del discurso capitalista, modificación de aquél, donde es el sujeto tachado el que se instala en el lugar de este S1.
Aquí no se trata tanto de una promoción de la histeria, como de la promoción del sujeto sin punto de referencia.” [16]
El sujeto sueña, entonces, con poder comandar sus propias determinaciones, sus S1.
El sujeto actual sabe que no todo el goce pasa a la contabilidad, por eso el discurso del amo está en crisis. Sabe que el ciframiento es infinito, porque lo real no está para ser sabido como verdad. No todo el goce pasa al inconsciente. El sujeto en su intento de no deberle nada al Otro, y apoyado en la circularidad propia del discurso capitalista que desconoce la imposibilidad, hace sus esponsales con el objeto.
La pregunta por el origen y sus variaciones
En cualquier caso, lo irreductible de la familia, para cualquier sujeto, incluye la pregunta por el origen. Para los sujetos más apegados a la tradición, la deuda-transmisión simbólica puede velar mejor la dimensión del objeto que el sujeto ha sido para el Otro. Pero, en cualquier caso, como ha aclarado François Ansermet[17], la casuística ligada a las prácticas de reproducción asistida, no eliminan la dimensión ficcional como respuesta al enigma del deseo que ha convocado al sujeto al mundo.
Lo que observamos en ocasiones es un empuje a decirlo todo (del lado de los padres), y una demanda de saberlo todo (del lado de los hijos). Este saberlo todo con frecuencia está referido a la literalidad, confundiendo la dimensión de la verdad con la exactitud. Esto da lugar a efectos de retorno llamativos y sintomáticos. A menudo estos efectos están vinculados a la sacralización del derecho a la salud que haría conveniente conocer la herencia genética. Así se discute la conveniencia, o no, del anonimato de los donantes de gametos o embriones. Hace un tiempo, en un documental emitido por televisión, se reflejaba cómo la madre de una niña (gestada por donación del embrión) le explicaba a su hija, mostrando una foto, que esa era su otra madre. La niña, llorando desconsoladamente, le gritaba que ella quería tener solo una madre. Sin embargo, en Estados Unidos, se han constituido foros y grupos de sujetos, concebidos mediante el recurso a donantes anónimos, que se organizan para forzar a los donantes a salir del anonimato.
Es posible intuir que estamos a las puertas de un cambio. Cada vez recaerá más en cada sujeto la responsabilidad de reeditar su nacimiento con la pretensión de autogenerarse y producir identidades variables y cambiantes. Esto no eliminará la pregunta por el origen, pero multiplicará las ficciones y los semblantes.
Fotografía: ©Yasmina Assbane. Instagram
[1] Freud, S.: “Más allá del principio del placer”, en Obras Completas (9 tomos). Madrid, Biblioteca Nueva, 1972. Tomo VII, p. 2535.
[2] Ibid., p. 2526.
[3] Lacan, J.: El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Barcelona, Paidós, 1987, p. 213.
[4] Ibid.
[5] Lacan, J.: El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud. Barcelona, Paidós, 1981, p. 416.
[6] Lacan J.: El Seminario, libro 20, Aun. Barcelona, Paidós, 1981, p. 138.
[7] Lacan, J.: “Los complejos familiares en la formación del individuo”, en: Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 35.
[8] Freud, S.: “La novela familiar del neurótico”, en Obras Completas, tomo IV, p. 1362.
[9] Ibid., p. 1363.
[10] Lacan J.: El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Barcelona, Paidós, 1981, p. 138.
[11] Lacan, J.: El Seminario, libro 8, La transferencia. Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 340.
[12] Miller, J.-A.: El Otro que no existe y sus comités de ética (en colaboración con Éric Laurent). Buenos Aires, Paidós, 1983, p. 141.
[13] Brousse, M.-H.: “Un neologismo de actualidad: la parentalidad”, Carretel, 12, p. 54.
[14] Lacan, J.: “Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad”, en: Escritos 2, México, Siglo XXI editores, décima edición, 1984, p. 662.
[15] Roy, D.: “Cuatro perspectivas sobre la diferencia sexual”, Carretel, 15, p. 150.
[16] Miller J.-A.: “Intuiciones Milanesas (II)”, Cuadernos de Psicoanálisis, 29, p. 41.
[17] Ansermet, F.: “Le roman de la congélation”, la Cause freudienne, 60, pp. 55-61.