En el texto de presentación del próximo congreso PIPOL, Hélène Bonnaud pregunta si el deseo de tener un hijo pasa necesariamente por el Nombre del Padre o si puede prescindir de él? Diría que hoy en día, según la última enseñanza de Lacan, el deseo de tener un hijo, puede prescindir del Nombre del Padre, pero sólo a condición de servirse de él.
1. Pluralidad del Nombre del Padre
El 20 de noviembre de 1963, en su primer y único curso, del Seminario Inexistente, Lacan pluraliza al padre. Este paso, toma estatuto de acto, funda su camino más allá del Nombre del Padre, es decir, más allá del Nombre de Freud. Lacan père-virtió así a Freud: prescindió de su nombre a condición de servirse de él.
Este paso, tuvo consecuencias en la concepción de la función paterna. Lacan, a partir de ese momento, dará más importancia al uso de la función del padre, que al hecho de llevar su nombre. Esta operación sobre el padre, incidirá en la progresiva aparición del nudo borromeo en su enseñanza.
2. El padre en el nudo borromeo
En el Seminario XXII RSI Lacan intentó encontrar la forma de anudar Real, Simbólico e Imaginario entre ellos, sin ningún otro soporte. En su último curso, retoma inhibición, síntoma y angustia como tres nombres freudianos de RSI, de los tres redondeles de cuerda, y señala que, para Freud, lo que los une, es la realidad psíquica, el Edipo, es decir, el Nombre del Padre.
En el mismo curso, Lacan rectifica el anudamiento de tres, y sostiene la necesidad del cuarto elemento para anudar RSI. Así, el sinthome, es el cuarto elemento que soporta la función paterna, pero destaca que, esta función, puede venir a cumplirla otro elemento que el Nombre del Padre.
Por tanto, Lacan, en su última enseñanza, conserva al padre, pero lo despoja del nombre. Esta operación le permite prescindir del legado religioso presente en el Nombre del Padre, y ahí radica su herejía, su r-si[1]…
3. El triunfo de la religión
En su conferencia de 1974 Lacan vaticina que la religión, lejos de desaparecer, permanecerá. Por el contrario, duda que eso pueda ocurrirle al psicoanálisis. Que el psicoanálisis persista, dependerá de si está a la altura de la subjetividad de su época, de si puede seguir haciendo que falle la existencia de la relación sexual y resistir así, a ser integrado en el discurso del amo.
Las nuevas formas en las que se presenta hoy el deseo de tener un hijo, parecen prescindir del Nombre del Padre; pero ¿Acaso se cumple la condición de haber hecho uso de su función? O, dicho de otro modo, acaso en nuestra contemporaneidad el deseo de tener un hijo es fruto de una père-versión? Y si no fuera así, ¿podemos seguir llamándolo deseo?
Freud repitió de muchas maneras que “No hay progreso”. Hoy en día, en vez de vivir esperándolo, vivimos inmersos en él. El progreso llegó, y con él las transformaciones insólitas de los nombres de las cosas. Uno de los efectos, no ya del declive del padre –puesto que el declive está inscrito en su función- sino el de su pulverización, es una proliferación inmensa de nombres. El progreso se presenta en la aparición de formas nuevas de casi todo, que como siempre, empiezan por los nombres. Así, la multiplicación de significantes que atañen a la sexuación humana, es solidaria de las posibilidades de la ciencia para, aparentemente, solventar cualquier escollo con lo real de los cuerpos. Los efectos de dicha pulverización, como muy bien lo enseñaba Serge Cottet, dan buena cuenta de la atrofia del síntoma y de su correlativo empuje al acto.
Pareciese que la ciencia tuviera hoy la solución al problema que la sexualidad introducía, y, por ende, el poder de abolir la imposibilidad. Así, ni la sexuación ni la procreación, tendrían que atenerse al padre, o lo que es lo mismo, a lo real.
No obstante, sabemos que, para los seres hablantes, lo que sale por la puerta vuelve siempre por la ventana. Lo reprimido retorna, lo forcluído, también, y si cabe con más fuerza. No hay progreso. El mercado argumenta sus avances científicos retomando el oscuro innatismo de siempre, el mismo que Freud afrontó. La determinación genética está a la orden del día. El sentido religioso, sin necesidad de Dios, vuelve bajo formas renovadas del mas puritano autoritarismo. La demanda imperante contemporánea es también la del nombre: o bien para reivindicar el derecho a no someterse a ninguna etiqueta, o bien para exigir, a cualquier precio, la de científica, que permita el acceso a una serie de beneficios. Nos libramos del yugo del padre, pero la función de nominación insiste en el ser humano. La ausencia de punto de basta, dispara la demanda de nominación en todas las direcciones.
4. ¿Filiación anónima?
Por eso, nos preguntamos hoy si esta época tan progresista, que ha logrado pulverizar al Nombre del Padre, no re-introduce – por la vía de la ciencia y del capitalismo- el más denso de todos los dogmatismos ideológicos. Puesto que prescindir del padre sin usarlo, equivale a sucumbir al anonimato de la religión del mercado, en donde cada cual, como en los campos de concentración, deja de tener un nombre para devenir un número.
Si toda esta artimaña publicitaria no tuviera ningún fallo, según el estilo distópico de las series actuales, podríamos deducir que la filiación, prescindiendo de hacer uso del padre, sería entonces un producto más del mercado, y, en consecuencia, dicha filiación se convertiría en anónima. Pero no seamos incautos de lo real, no olvidemos que el capitalismo es un falso discurso… Se trata entonces para el psicoanálisis de hacer que le falle el tiro.
Estamos en tiempos de profundísimo malestar en la civilización, y el psicoanálisis está invitado, como siempre, a ser una ayuda-contra, a re-introducir la función del síntoma, y seguir, de este modo, abriendo la brecha de la verdad legada por Freud.
Revisado: Adela Alcantud
Fotografía: © Von Thau Philip : https://www.facebook.com/philip.vonthau.7
[1] Escritura de las iniciales de las tres categorías lacanianas : real, symbólico, imaginario, que al leerlas suena igual que la palabra en francés hérésie, herejía en español. (N. del T.)