Parentalidad-síntoma, filiación-simbólica – Isabelle Magne

©Pascale Simonet - https://www.pascale-simonet.be/

Entre las que quieren un hijo y no lo consiguen, y las que se quedan embarazadas cuando no lo quieren, el deseo no se encuentra allí donde el discurso del amo lo imagina.

A la joven B no le falta y no pide nada. Determinada por esta forma de ser, da a luz a su segundo hijo sola en la casa familiar. Un segundo embarazo secreto, un segundo hijo que, al igual que el primero, no era esperado. Sin embargo, esta vez, su familia la lleva al hospital después del parto, y los servicios sociales, preocupados, acogen al niño.

Al evaluar a la joven B sobre «sus aptitudes para la parentalidad», los trabajadores sociales del Centro de Ayuda a la Infancia la juzgan insensible; y el hecho de que la joven madre, en toda lógica, nunca pida noticias de su hijo, refuerza esta opinión. No se dirigen a ella, por el contrario, esperan que ella haga cosas que demuestren su deseo por el niño. Una exigencia social superyoica que desplaza el deseo hacia el lado de la voluntad, al igual que las expresiones comunes como «querer es poder». En una otra lógica, el Otro jurídico declara al niño abandonado y apto para la adopción.

La parentalidad es un concepto que data de finales del siglo XX, resultado de un estudio encargado por el Ministerio de Trabajo y Economía Social que dio lugar a una política de «apoyo a la parentalidad». Marie-Hélène Brousse describe este término como un «neologismo»[1] construido en el espíritu de una época en la que el derecho de la familia pasó de la autoridad paterna a la autoridad parental.

«La parentalidad es, en este sentido, un síntoma que se impuso en las sociedades modernas y que encuentra, en la vigilancia respecto de los abusos de los cuales el niño puede ser víctima, su punto de horror.»[2]

La joven B no cuestiona esta decisión social, solo que ella «no veía las cosas así», confiando, a través de este único enunciado, que no es tan indiferente a la separación. Podemos incluso hacer la hipótesis de que es este acto del Otro social, y no el nacimiento, el que hace de este niño un objeto a para la madre, en la medida en que se separa y crea la falta; un objeto que se aísla y para el cual ella puede desear a minima. Le hubiera gustado, por ejemplo, poder acompañarlo en las visitas médicas. Sin embargo, hay un punto importante para ella en esta decisión: el niño mantiene su filiación.

La parentalidad es, pues, un significante del discurso del amo actual en el que «padre» y «madre» se reducen indistintamente a una función llamada «parental». Este significante es paradigmático de las nuevas formas de discurso en la era del declive de la función paterna y de la diferencia significante «padre», «madre». Por el contrario, la filiación es un término jurídico del siglo XIII derivado del latín clásico filius (hijo) y que designa el vínculo de parentesco que une al niño con sus padres. La parte simbólica de la filiación se inscribe en la ley. Del lado del niño, en este pequeño ejemplo clínico, la marca simbólica del nombre le restituye su historia, cubriendo así lo real de su nacimiento. Y para la madre, esta decisión preserva la parte de su deseo de este «hijo de la familia».

Si la parentalidad no excluye lo simbólico, no ocurre lo mismo con el acto médico.

Otro pequeño ejemplo clínico: la señora C quiere tener un hijo, pero no queda embarazada. Recurre a un tratamiento médico «para que se agarre». Al mismo tiempo que el embarazo, se desencadena su psicosis, y el feto se convierte en un parásito real. Cada vez que la medicina intenta responder al «¡Doctor, quiero un hijo!»[3], tapona la demanda ignorando el inconsciente, abriendo y descubriendo un real.

En 1960, Lacan lo señalabade esta forma en su Seminario: «Así como en el arte hay una Verdrängung, una represión de la Cosa –como en la religión hay quizá una Verschiebung– es hablando estrictamente de Verwerfung de lo que se trata en el discurso de la ciencia. El discurso de la ciencia rechaza la presencia de la Cosa, en la medida en que, desde su perspectiva, se perfila el ideal del saber absoluto, es decir de algo que, aunque plantea la Cosa, al mismo tiempo no la reconoce. Todos saben que esta perspectiva se revela a fin de cuentas en la historia comorepresentando un fracaso.»[4]

 

Traducción: Pilar Altinier

Relectura: Rosana Montani-Sedoud

Fotografía: ©Pascale Simonet – https://www.pascale-simonet.be/

 

[1] Brousse M.-H., «Un neologismo de actualidad: la parentalidad», Enlaces, n.º 11, Buenos Aires, Gramma, 2006, p. 66.

[2] Ibid., p. 67.

[3] Cf. anónimo, « L’enfant du Docteur »,Scilicet, nº 5, Paris, Seuil, coll. Champ Freudien, 1975, p. 141-146.

[4] Lacan J., El seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis (1959-1960), texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 1988, p. 162.