Una mujer consulta porque quiere ser madre y no queda embarazada. No hay razones médicas que lo justifiquen. Se despliega toda la problemática del deseo, si ese deseo es verdadero, si la pareja funciona. La pregunta tiene que ver con hasta dónde empujar o insistir con ese deseo, qué consecuencias tiene eso para ella. Formula: “¿Es mi deseo?”
Otra mujer viene desbordada de angustia debido a que no queda embarazada. Encuentran un impedimento biológico por parte de su pareja. Eso para ella pone en cuestión la virilidad del hombre que eligió, qué función darle entonces al partenaire, está en juego el don de amor. Surge la pregunta por el lugar del hombre por fuera del ideal de familia, del sentido sexual. Abre la pregunta por su elección amorosa.
Un hombre viene a la consulta con la decisión tomada: “no quiero ser padre”. Es inamovible, decisión que nombra así: “¡a esta vida los voy a traer!” y “es demasiado lo que tengo conmigo mismo como para ocuparme de otra vida”. Eligió una mujer que no quiere ser madre, ahí cierta solución. Su demanda de tratamiento tiene que ver con el cuerpo, no se siente vivo, no siente el afecto, sólo piensa.
Una mujer joven viene con dudas de su elección sexual, no se identifica al género mujer, y ponen en cuestión su posición sexual. Su imagen está desatada y aparece la pregunta de lo que quiere mostrar con ese cuerpo. Un cuerpo que siente masculino y que ahora puede decir que lo siente desde muy pequeña. El decir insiste en el cómo nombrar eso, quedando por fuera de un binarismo sexual. No sabe si es trans, es por ahora un enigma. No hay pregunta por la maternidad. Sabe que no tendrá hijos.
Se escucha, por un lado, una puesta en cuestión de los ideales, sus vaivenes o sus caídas, una problemática neurótica del deseo que puede abrir la vía del saber inconsciente.
Hay una sutura de la falta, cuestión del ser que aparece cerrada, o en la misma lógica, se presenta la apertura de esa sutura, esa brecha, que aparece cuando “no se alcanza el objeto deseado”. El no querer “poner el cuerpo” insiste como algo sintomático de ese deseo a la hora de someterse a tratamientos de fertilización asistida.
Por otro lado, se evidencia una insuficiencia del imaginario corporal. Cuerpos que no tienen consistencias articuladas en semblantes.
Intentaré articular algo de esta clínica, la de la insuficiencia del imaginario corporal, ya que nos puede permitir indagar la reconsideración que hace Lacan al final de su enseñanza respecto de la dimensión imaginaria. Lacan va a encontrar a través del nudo borromeo la manera de situar la equivalencia de esta dimensión a las otras, la simbólica y la real.
“Inmediatamente, luego de esta reconsideración define a lo imaginario como una ‘intuición’. Rescata ese término, es algo que no se deduce de lo simbólico, lo imaginario corporal intuye. ¿Y qué es lo que intuye? Intuye lo que hay que simbolizar, lo que se puede masticar y digerir de ese simbólico enloquecedor que no contiene en sí límite alguno y que no se soporta. Muy, pero muy rápidamente, hay que detener lo simbólico-real, y lo hace anudarle lo imaginario.” [1]
Lacan, va a escribir y diferenciar en el nudo dos goces, “…el goce fuera de cuerpo, vinculado a la parasitación de la lengua, y un goce en el imaginario corporal -no tenemos otro cuerpo- que es un goce que queda -y no hay nada que decir- fuera de lo simbólico. Ahora, decir que está fuera, ese goce, de lo simbólico, equivale a decir, que está fuera del inconsciente. Pero acá está lo nuevo, … está fuera del inconsciente, ese goce en lo imaginario, pero no está fuera del síntoma.” [2]
Nos encontramos con pacientes que no relacionan su síntoma con lo inconsciente. Pensar el síntoma como lo que anuda el goce en lo imaginario, distinto de la que anudaba el síntoma al inconsciente y al goce fálico, nos permite otra lectura. Se trata de una clínica que nos enseña acerca del tener un cuerpo, de cómo el acontecimiento de cuerpo puede ser una inyección de goce en lo imaginario. El acontecimiento sintomático como recurso, es decir, un trabajo por sostener la imagen corporal.
“En el análisis se trata de suturas y empalmes.” [3]
La clínica nos enseña hoy una primacía del cuerpo, desligado de un saber, cada vez en más casos. Hay una urgencia por resolver lo que atañe a la inconsistencia del cuerpo. “En la medida en que el inconsciente conlleva una referencia al cuerpo, pienso que puede distinguirse la función de lo real.” [4]
Si el saber inconsciente anudaba un goce, nos encontramos hoy, con una falla en el anudamiento de ese saber, con el intento de anudamiento por el cuerpo.
Dos lecturas entonces propuestas aquí. Se puede ubicar un deseo de no deseo, o el ser madre como un deseo que anude algo del goce fálico al goce en el cuerpo.
Fotografía: ©Nathalie Crame
[1] Sinthome e imagen corporal. En torno a casos clínicos. Pg. 10. Juan Carlos indart, Eduardo Benito, Cecilia Gasbarro, Esteban Kaliner, Cecilia Rubinetti, Fernando Vitale. Grama Ediciones
[2] Ibid. Pg. 11
[3] Jacques Lacan. Joyce y el enigma del zorro. Pg. 71. El sinthome. Seminario 23. Ed. Paidós.
[4] Jacques Lacan. De lo insconsciente a lo real. Pg. 133. El sinthome. Semianrio 23. Ed. Paidós.