¡ He aquí un título que pretende ser abrupto !, pero la respuesta, inmediata, solo puede ser que « ¡ no ! ».
Un niño no sabría ser, a priori, producto del llamado del « deseo de los padres », que se ejerce en lo que se representaría como un intervalo, « entre » (los padres, los compañeros, los significantes) hecho de divisiones, subjetivas y separadoras, del cual ese deseo sería el cociente, si tomamos esta división como la operación aritmética, con respecto a dos términos y produciendo otro, hasta una serie. Pero también, división de la cual el niño se encuentra poder (y no deber, sin implicación) ser de un resto, extraído como un objeto.
Este niño, producto contingente, se encuentra entonces sin necesidad de nacimiento a partir del doble encuentro que lo ha presidido: el de los cuerpos y el de los gametos. ¡ Tendrá que instituirse en el mundo sin poder apoyarse sobre algún « quererse » a sí mismo ! ¡ Lo que hace eco a un « autorizarse de sí mismo », que no está allí, sino como un imposible ! Dicho de otro modo y al pasar, no se nace psicoanalista.
Este encuentro de cuerpos no encuentra el camino hacia una subjetivación, sino a través de la narración que se hace de ello, en el campo de la palabra y del lenguaje. El resto evocado anteriormente encuentra también esta estructuración. ¡ No sabría deducirse que en tanto que resto de la operación, nada menos ! Un niño, un nuevo sujeto, no se inserta en el proceso del « querer » de sus padres que como un « acomodamiento de restos », incluso si se presume que es un objetivo. Esto tiene, en la experiencia psicoanalítica otorgada por Lacan y Freud, un nombre eje y central, ese que no tira los restos en las nubes, el síntoma.
El niño-síntoma, es así que Lacan en su « Nota sobre el niño » para Jenny Aubry[1], lo ubica. No es sin el síntoma que un niño puede ser tomado en cuenta bajo la rúbrica de un querer, síntoma de los padres con títulos diversos. Pero, ¿ síntoma de él mismo ? De aquí se origina mi pregunta del principio.
¿ Un síntoma se « quiere » ? Ello no es evidente, ¡ ni sin que haya de ello ! Se supone que haya un nudo, una coalescencia, un vínculo que separa, un après-coup. El vínculo de filiación es por tradición trabajo del padre y de su función, o sea del Nombre-del-padre, del cual se puede prescindir con la condición de utilizarlo, parafraseando a Lacan[2]. El « querer » lo transcribe, sin producirlo por sí mismo.
Notemos que en la reproducción de los organismos asexuados, en la fisión binaria de las amebas por ejemplo, no hay vínculo de filiación, solo hay reproducción extensiva. Todo ocurre a la horizontal, en red si se puede decir, sin caída vertical. Pero la diferencia entre los organismos no es clara. Mientras que para la generación del parlêtre, que no se hace sin la evocación de la relación sexual que no existe, se opera una separación que no es anónima, que hace que hay un niño que se distingue, a través del cual hay transmisión.
Lidiar con los síntomas es entonces la manera menos inadecuada de abordar la relación a lo que se encuentra producido, del lado del « ¿ querer un niño » ?, no sin el esencial signo de interrogación. Y si queremos abordar la cuestión sin perdernos en los enigmas de las intenciones, de los sentidos, de las voluntades, agenciamiento de funciones y reparticiones de los deseos, se trata más de ubicar lo que hace huella y punto de apoyo que de interpretar.
Cualesquieran que sean las aspiraciones autónomas, los deseos de liberación y de rupturas de todo tipo de cadenas, queda – y, lo que queda se repite como no disuelto – que ninguna identidad que no sea sintomática, promesa de heterogeneidad y de incompletud, no sabría hacerse infantar. Lacan dice que el psicoanalista es un sinthome[3], y un niño no se quiere por sí mismo, aunque la cuestión le pueda surgir y que tratar de responderla le podría hacer avanzar de forma útil para él.
Traducción del francés al castellano: Silvana Belmudes Nidegger
Relectura: Wendy Vives Leiva
Fotografía: ©Valérie Buchel
[1] Lacan J., Otros escritos. Nota sobre el niño, Buenos Aires, Paidos, 2012.
[2] Lacan J., El Seminario, libro XXIII, El Sinthome, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidos, 2006, p. 133.
[3] Lacan J., El Seminario, libro XXIII, El Sinthome, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidos, 2006, p. 133.