La ley, en tanto elemento normativo que introduce límites, es necesaria en toda sociedad. Es preciso desarrollar leyes que ordenen y limiten las diferentes formas de goce que en la sociedad actual surgen como resultado de la caída del nombre del padre.
É. Laurent[1] nos ilustra esta caída del nombre del padre, al mismo tiempo que nos muestra cómo el principio de “no discriminación”[2] se va fortaleciendo en la elaboración de las leyes. Este principio apareció de manera notable a la hora de elegir las ilustraciones que debían figurar en los billetes de euro. La tradición marcaba que en los billetes apareciera la fotografía de grandes hombres, figuras representantes de cierta tradición en cada nación. El exceso de padres de la patria y la necesidad de ocupar una posición neutra para evitar desigualdades entre naciones los llevó a hacer desaparecer todos los nombres, poniendo en su lugar dibujos de creaciones arquitectónicas. De esta manera, constituyeron un espacio monetario común “que no estuviera gobernado por nadie”[3].
En la actualidad, esta lucha contra la discriminación tiene su foco más activo en lo que respecta a los roles de género. Sustentada en la lucha de la mujer por alcanzar la igualdad de derechos en una sociedad patriarcal (bajo el dominio del hombre), confunde la igualdad de derechos con la desaparición de las diferencias.
É. Laurent afirma que este principio de “no discriminación”[4] aplicado al parentesco, consiste estrictamente en un sistema legal separado de la tradición, generando un lugar vacío donde tenía que existir la autoridad. Vemos cómo, este vacío de autoridad produce un movimiento de búsqueda en el área de la sociología para garantizar leyes que protejan un orden social, ya de por sí algo enturbiado.
Observemos la familia actual, alejada de la tradición y situada como un resto, tal como Lacan[5] lo precisa, en una sociedad que ha franqueado los límites entre lo privado y lo público.
Lacan[6], hace una clara diferencia entre padre simbólico y padre real. El primero, dice, es un más allá. No está representado en ninguna parte. Del padre real nos dice que es el que tiene una función destacada en la castración. Cuando este no existe, debe ser sustituido por otra cosa.
Mas adelante[7], habla del padre y de la madre en tanto funciones y destaca la importancia de su diferenciación, pues esta permite la vehiculización de un deseo no anónimo. Esta diferenciación posibilita al infante, no solo poder posicionarse sexualmente, sino también alcanzar agarres simbólicos con los que puede llegar a anudar Real, Simbólico e Imaginario.
Ahora bien, en esta modernidad en la que existe una alianza entre el derecho y la ciencia, esta diferenciación de funciones se ha debilitado hasta el punto de no existir en muchas familias como consecuencia de la inexistencia del padre real. No solamente hay que tener en cuenta la aparición de los bancos de semen, que permiten a la mujer elegir libremente su maternidad sin tener que establecer vínculos o alianzas, tal como Lacan lo define, con un partenaire. La irrelevancia de la función paterna, unida a la creciente independencia de la mujer y a los cambios morales del siglo pasado, han facilitado la aparición de familias monoparentales en las que uno solo tiene que realizar diferentes funciones.
¿Qué consecuencias tiene todo esto en el niño de hoy?
En la institución, dentro del marco de protección de menores, llegan familias casi en exclusión, con una historia de desarraigo que pasan de una generación a otra. Pero también hay, cada vez más, familias aparentemente normalizadas. En estas familias nos encontramos con niños enfrentados a goces desmedidos, caprichosos, sin ninguna interdicción que dan lugar a todo tipo de fenómenos de comportamientos que, como nos dice J. A. Miller[8], no presentan una sintomatología puramente psicótica, pero no podemos decir que se alejen de esta estructura.
He podido hablar con adolescentes identificados a un objeto de deshecho, su síntoma melancólico los llevaba a buscar constantemente situaciones críticas en las que la línea que separaba la vida y la muerte era muy fina. Uno de ellos tenía una queja constante: “nadie me quiere”. Abandonado por la madre a una edad muy temprana en los brazos de un padre disminuido por la droga, justifica que la madre se llevara a su hermano mayor y no a él porque “yo soy un asco, soy lo peor”. Este joven trataba de llenar su vacío mediante la droga. Solo drogado podía aguantar esta vida. Para conseguirla, exponía su cuerpo a todo tipo de riesgos.
Hay otros casos en los que encontramos una madre muy presente, cuidadora, pero el padre no está o está desautorizado. En estos casos, el infante o adolescente esgrime una violencia frente al padre a modo de reclamo, de reto, a salir de su impotencia y una agresividad hacia la madre, mezclados con comportamientos erráticos como única manera de frenar a la madre devoradora.
Es frecuente observar que, en algunos casos, las familias que llegan a la institución son resultado de una estructura familiar violenta. Normalmente, las madres suelen proceder a su vez de familias en la que el padre ha ejercido violencia hacia su mujer. Posteriormente, la hija encuentra un hombre que también la maltrata, pero, esta vez, ella consigue alejarlo de su vida, quedándose sola con el hijo. El padre real, no solo no está presente, si no que pasa a ser el Padre de la Horda primitiva para el hijo o hija. Por último, este niño o niña ocupa para la madre el lugar de maltratador, que antes el padre ocupaba, y acaba siendo el objeto del fantasma de la madre.
Para terminar, quisiera plantear como una posible consecuencia de la relegación de la ley del padre y su sustitución por la ley institucional, el paso de lo imposible a la impotencia, de la responsabilidad a la culpa y la transformación del niño en un objeto del cual uno se puede desprender si no cumple con los requisitos.
Fotografía: ©Poppe Véronique : www.veroniquepoppe.com
& Rolet Christian : www.christianrolet.com
[1] Laurent É., « Le Nom-du-Père entre réalisme et nominalisme ». La Cause freudienne, nº 60, janvier 2005, p.131-149.
[2] Ibid.p.133.
[3] Ibid.p.133.
[4] Ibid.p.133.
[5] Lacan J., «Los complejos familiares en la formación del individuo». Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 33-96.
[6] Cf. Lacan J., El Seminario, libro IV, La relación de objeto (1956-1957), texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, p. 201-216.
[7] Cf. Lacan J., El Seminario, libro XIX, …o peor (1971-1972), texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, p. 217-231.
[8] Miller, J.-A., “Presentación del tema del IX Congreso de la AMP” (Buenos Aires, 26 de abril de 2012), texto disponible en: http://www.congresamp2014.com/es/template.php?file=Textos/Presentation-du-theme_Jacques-Alain-Miller.html